lunes, 15 de abril de 2024

RICITOS DE ORO

 Ricitos de oro es una niña muy curiosa pero buena y simpática con todo el mundo, al ser tan curiosa siempre estaba mirando las cosas de los demás, su madre de vez en cuando se enfadaba con ella.


- Nena, lo que haces no está bien, a ti no te gustaría que cogieran tus cosas, tus juguetes o tus vestidos bellos.

Ricitos no podía evitarlo y un día de primavera en el bosque, se alejó por un camino desconocido, fue cuando encontró una casita preciosa de paredes azules y ventanas adornadas con geranios. Tanto le pudo la curiosidad que entró a mirar, no había nadie en la casa y la puerta estaba abierta. Comenzó a recorrer el salón pensando en lo bonita que era la casa, tan limpia y cuidada.

- ¡Está todo espléndido! Me iré cuando eche un vistazo.

A ella le sorprendió que la mesa estuviera puesta, sobre el mantel había tres tazones de leche y como tenía mucha hambre decidió beberse la taza más grande, pero esta quemaba mucho, probó la mediana pero estaba fría, en cambio la taza más pequeña estaba templada como a ella le gustaba.

- ¡Qué buena! -pensó mientras sus ojos miraban a las tres sillas azules de distintos tamaños- ¿De quién serán estas sillas?... voy a sentarme para probarlas.

Tan decidida trató de subirse a la más alta y no pudo, entonces probó con la mediana pero era demasiado dura, lo que hizo que al final se sentase en la más pequeña.

-¡Qué cómoda es!

La silla al ser de mimbre no soportó el peso de la niña, a lo que la niña pensó que se iría a una habitación de la casa para descansar.

En el cuarto también había tres camas de distintos tamaños y como era de esperar, Ricitos escogió la cama más grande pero era demasiado ancha, fue a la mediana aunque esta tenía un colchón demasiado blando, entonces de un salto se metió en la cama pequeña que estaba junto a la ventana, esta era la más cómoda y se quedó profundamente dormida.

Al rato aparecieron los dueños de la casa, los cuales era una pareja de osos con el hijo pequeño. Cuando entraron en la casa notaron que alguien había entrado.

El pequeño oso se acercó a la mesa para beberse su leche...

- ¡No puede ser! Alguien se la ha bebido

Sus padres osos sorprendidos intentaron tranquilizarle. Mientras comprobaban que todo estaba en orden el osito fue a sentarse en silla y se dio cuenta que estaba rota.

- ¡Mamá, papá! ¡Mi silla está rota!

Todo tan extraño que los padres subieron por las escaleras muy despacito se encontraron la puerta de su habitación entreabierta, empujándola despacito vieron a una niña dormida en una de las camas.

- ¿Qué hace esta niña en mi camita? -gritó el osito pequeño asustado

Su voz despertó a la niña y cuando abrió los ojos se encontró a los tres osos mirándola fijamente.

- ¿Qué haces en nuestra casa? -dijo el padre enfadado-

Ricitos se asustó muchísimo y pidió perdón

- Perdón yo no quería molestar, vi la puerta abierta y no lo pensé bien.

- ¡Fuera de aquí es nuestra casa!

La niña salió avergonzada y cuando llegó al jardín echó a correr y no paró hasta llegar a su casa. Su madre estaba colocando unas flores en el jarrón cuando vio llegar a su hija acalorada, tuvo que contar lo que había pasado, entonces su mamá le dijo unas palabras que nunca olvidará:

- Hija esto pasa cuando no respetamos las cosas de los demás, esto te ha servido mucho para aprender y que de ahora en adelante pidas permiso y dejes de mirar y curiosear lo que no es tuyo.



 Ricitos de Oro entra en la casa de los osos sin permiso y consume su comida, se sienta en sus sillas y se acuesta en sus camas, lo que se considera una falta de respeto. La moraleja podría ser que es importante pensar en cómo nuestras acciones afectan a los demás y ser conscientes de los límites de lo que está bien y lo que no lo está. También podría destacar la importancia de la prudencia y la moderación en lugar de la impulsividad y el exceso.

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