La cigala le decía - ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un poco, siéntate aquí conmigo mientras te canto una bonita canción.
A lo que la hormiga le contestaba cansada, mientras continuaba recogiendo el grano que había esparcido por la tierra - Creo que mejor deberías recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería...
Sin embargo, la cigarra reía ante los comentarios de la hormiga y seguía cantando sin hacer caso. Un día, al despertarse, había llegado el invierno y sintió el frío de repente en su cara. Las hojas de los árboles se habían caído y solo quedaban unas tristes ramas llenas de nieve.
La cigarra vagaba por el bosque helada y hambrienta, tratando de buscar algo de alimento para poder llevarse a la boca. Entonces, vio a lo lejos la casa de su amiga la hormiga, aquella que le aconsejó que recogiera alimentos y que en verano no paró de trabajar. La cigarra, muy avergonzada, se acercó a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo mucho frío y nada para comer, ¿podrías darme algo? Tú tienes mucha comida y una casa calentita donde poder cobijarte, mientras que yo, no tengo nada y estoy sola.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra. - Dime amiga cigarra, ¿qué estabas haciendo tú mientras yo madrugaba para trabajar durante el caluroso verano? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá sin descanso?
A ello, la cigarra resignada contestó - Yo... cantaba y cantaba bajo el sol...
- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en verano, ahora baila durante el invierno - contestó la hormiga muy enfadada. Y cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido una lección.
La moraleja es que no debes dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. Además, nos dice que no debemos dividir nuestro tiempo para todo, dedicar un tiempo a divertirnos, otro a trabajar y que no debemos confiar siempre en que todo nos va a ir bien, ya que hay épocas buenas y malas.
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