El mono y las lentejas
Érase una vez, un hombre iba cargado con un gran saco de lentejas.
Caminaba rápido ya que necesitaba llegar al pueblo vecino. Tenía pendiente un importante trato. Atravesó calles y murallas dejando la ciudad atrás y se dirigió hacia el bosque. Anduvo mucho rato y llegó un momento en el que se cansó.
Además, hacía demasiada calor por lo que se paró a descansar. Dejo el abrigo y el saco de lentejas en el suelo y se tumbó bajo los árboles. Los ronquidos del hombre llamaron la atención de un mono que saltaba de rama en rama por allí.
El mono por naturaleza e intriga quiso ver lo que el hombre llevaba en el saco. Procurando no hacer ruido lo cogió y para su suerte ¡Estaba llenito de lentejas! ¡Le encantaban!
Cogió la bolsa y se la llevo a la rama más alta, para comérselas una a una.
Cuando iba a empezar con el rico manjar, se le cayó una lentejita de las manos y paró en el suelo.
¡Le dio mucha rabia! ¡Ya que le gustaban mucho y no podía desperdiciar una! Enfadado, bajó a toda velocidad del árbol para recuperarla.
Por las prisas, el mono enredó las patas en una rama que estaba en espiral y comenzó a caer. Se llevó un gran golpe, pero lo peor fue que se cayeron todas las lentejas, se desparramaron por la hierba y desaparecieron de su vista.
En ese momento el monito pensó que no había merecido la pena arriesgarse por una lenteja. Por culpa de eso ahora tenía más hambre y encima se había llevado un gran golpe.
De este cuento sacamos de moraleja que a veces tenemos cosas seguras pero, por querer más, lo arriesgamos todo y nos quedamos sin nada. Como dice el refrán la avaricia rompe el saco.
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